11 de septiembre de 2014

Lucy (2014)


Color · Duración: 90’ aprox. · Año: 2014 · Calif.: No recomendada para menores de 16 años · Francia/EUA · Acción / Ciencia ficción
-   Director: Luc Besson
-  Intérpretes: Scarlett Johansson, Morgan Freeman, Min-sik Choi, Amr Waked.
-  Sinopsis: Lucy da vida a una mujer corriente que es obligada a ejercer de mula por una mafia taiwanesa. Su vida cambiará por completo cuando la bolsa de droga que lleva en su interior se rompa y el contenido entre en contacto con su cuerpo, confiriéndole increíbles habilidades.
-  Crítica: Sinceramente, hacía tiempo que no salía del cine con tal sensación de desasosiego. ¡Qué película más absurda! Y lo peor es que en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, me ha parecido percibir que el sentir era compartido con la mayor parte de la sala. La frialdad con la que ha salido el público del cine y la estupefacción tras unos más que escasos 90 minutos de duración (y más que suficientes de incompetencia) son para ser grabados y expuestos a su director en modo penitencia por semejante desfachatez.
Y eso que el film parte de una premisa más que válida e interesante para su desarrollo: “Una persona normal utiliza un 10% de su capacidad cerebral. Ella está a punto de alcanzar el 100%”, reza el eslogan del cartel. Dando pie a especular acerca de qué seríamos capaces de realizar si consiguiéramos utilizar el 100% de nuestro intelecto, despertando de su profundo letargo a esa parte del cerebro que no utilizamos y explorando con ello los límites de la naturaleza humana.
Pero ya dicen que el que mucho abarca, poco aprieta. Y el film de Luc Besson trata de pasar por trascendental y filosófico en un marco de película de acción, aderezada a su vez con dosis de mafia taiwanesa, persecuciones en coche y chica guapa con superpoderes. Y todo ello en 90 ridículos minutos que no dan ni para comenzar a desgranar alguno de estos temas. Imaginen pues para dar cabida a todos… La película se queda continuamente a medias, siendo un quiero y no puedo, una concatenación de episodios no desarrollados sin mayor nexo de unión que el transcurrir por pantalla de Scarlett Johansson.
Y es que Scarlett Johansson transcurre por la pantalla, no actúa. Ella se limita a posar delante de la cámara poniendo cara de pánfila bobalicona asustada al inicio (da igual que la engañe el novio, la extorsione una banda mafiosa o le asesten una paliza de muerte, que la cara no varía) y de fría pseudo-robot asesina y sin sentimientos al final. Actuación plana de la tan codiciada nueva tentación rubia, que intenta afianzar su nuevo cariz de dura superheroína cual Milla Jovovich en Resident Evil con tan desafortunado tino que se queda en mera Halle Berry como Catwoman.
Completando el cartel tenemos al incombustible –es un decir, no vayan ahora a arrojarle un bidón de gasolina por encima y lanzarle una cerilla, pedazo de insensatos– Morgan Freeman, que cumple con su habitual papel de secundario entrañable para dar caché a la película aprovechando su inconfundible y autoritaria voz.
Con sus apariciones conseguimos lo mismo que con las de Robert de Niro últimamente: productora feliz, director satisfecho, público encantado, actor algo más rico y otra actuación para el olvido. Todos contentos (o no).
En fin, que tras el devenir atropellado de la película, esta llega a su cénit tras una comunión de despropósitos tales como que Lucy, mientras trata de alcanzar su máximo de capacidad cerebral y tras pasar por una especie de sala remasterizarizada de Matrix, se diluye entre ordenadores y sistemas operativos para regenerarse corpóreamente en una especie de pendrive con el que transmitir a la humanidad todo el conocimiento adquirido. Delirante.
Y lo peor de todo es que, aunque parezca imposible, la película queda sin final aparente. Con un cierre totalmente precipitado. Es como si no hubieran sabido cómo darle un cierre decente a la historia y se la hubieran quitado de encima de cualquier manera con tal de cumplir el expediente. Vaya, como si el perro se hubiera comido las últimas páginas del guión y nadie más tuviera una copia… Lamentable, de verdad.
Y con esto, nuestro buen amigo Luc Besson, director de El quinto elemento (1997), se gana un sonoro Ñordoflín con otro de sus Blockbuster de videoclub.

 -   Tráiler:
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 -   Puntuación Pinículas y Flins:
Ñordoflín