Color · Duración: 90’ aprox. · Año: 2014 · Calif.: No recomendada
para menores de 16 años · Francia/EUA · Acción / Ciencia ficción
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Director: Luc
Besson
- Intérpretes:
Scarlett Johansson, Morgan Freeman, Min-sik Choi, Amr Waked.
- Sinopsis: Lucy
da vida a una mujer corriente que es obligada a ejercer de mula por una mafia
taiwanesa. Su vida cambiará por completo cuando la bolsa de droga que lleva en
su interior se rompa y el contenido entre en contacto con su cuerpo,
confiriéndole increíbles habilidades.
- Crítica: Sinceramente,
hacía tiempo que no salía del cine con tal sensación de desasosiego. ¡Qué película
más absurda! Y lo peor es que en esta ocasión, y sin que sirva de precedente,
me ha parecido percibir que el sentir era compartido con la mayor parte de la
sala. La frialdad con la que ha salido el público del cine y la estupefacción
tras unos más que escasos 90 minutos de duración (y más que suficientes de
incompetencia) son para ser grabados y expuestos a su director en modo
penitencia por semejante desfachatez.
Y eso que el film parte de una premisa más que válida e
interesante para su desarrollo: “Una
persona normal utiliza un 10% de su capacidad cerebral. Ella está a punto de
alcanzar el 100%”, reza el eslogan del cartel. Dando pie a especular acerca
de qué seríamos capaces de realizar si consiguiéramos utilizar el 100% de
nuestro intelecto, despertando de su profundo letargo a esa parte del cerebro
que no utilizamos y explorando con ello los límites de la naturaleza humana.
Pero ya dicen que el que mucho abarca, poco aprieta. Y el
film de Luc Besson trata de pasar por trascendental y filosófico en un marco de
película de acción, aderezada a su vez con dosis de mafia taiwanesa, persecuciones
en coche y chica guapa con superpoderes. Y todo ello en 90 ridículos minutos
que no dan ni para comenzar a desgranar alguno de estos temas. Imaginen pues
para dar cabida a todos… La película se queda continuamente a medias, siendo un
quiero y no puedo, una concatenación de episodios no desarrollados sin mayor nexo
de unión que el transcurrir por pantalla de Scarlett Johansson.
Y es que Scarlett Johansson transcurre por la pantalla, no
actúa. Ella se limita a posar delante de la cámara poniendo cara de pánfila
bobalicona asustada al inicio (da igual que la engañe el novio, la extorsione
una banda mafiosa o le asesten una paliza de muerte, que la cara no varía) y de
fría pseudo-robot asesina y sin sentimientos al final. Actuación plana de la tan
codiciada nueva tentación rubia, que
intenta afianzar su nuevo cariz de dura superheroína cual Milla Jovovich en Resident Evil con tan desafortunado tino
que se queda en mera Halle Berry como Catwoman.
Completando el cartel tenemos al incombustible –es un decir, no
vayan ahora a arrojarle un bidón de gasolina por encima y lanzarle una cerilla,
pedazo de insensatos– Morgan Freeman, que cumple con su habitual papel de secundario
entrañable para dar caché a la película aprovechando su inconfundible y autoritaria
voz.
Con sus apariciones conseguimos lo mismo que con las de Robert de Niro últimamente:
productora feliz, director satisfecho, público encantado, actor algo más rico y
otra actuación para el olvido. Todos contentos (o no).
En fin, que tras el devenir atropellado de la película, esta
llega a su cénit tras una comunión de despropósitos tales como que Lucy, mientras
trata de alcanzar su máximo de capacidad cerebral y tras pasar por una especie
de sala remasterizarizada de Matrix, se
diluye entre ordenadores y sistemas operativos para regenerarse corpóreamente en
una especie de pendrive con el que
transmitir a la humanidad todo el conocimiento adquirido. Delirante.
Y lo peor de todo es que, aunque parezca imposible, la película
queda sin final aparente. Con un cierre totalmente precipitado. Es como si no hubieran
sabido cómo darle un cierre decente a la historia y se la hubieran quitado de
encima de cualquier manera con tal de cumplir el expediente. Vaya, como si el
perro se hubiera comido las últimas páginas del guión y nadie más tuviera una
copia… Lamentable, de verdad.
Y con esto, nuestro buen amigo Luc Besson, director de El quinto elemento (1997), se gana un sonoro Ñordoflín
con otro de sus Blockbuster de
videoclub.
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Tráiler:
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- Puntuación Pinículas y Flins:
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