11 de agosto de 2013

La vida de Pi (2012)



Color · Duración: 127’ aprox. · Año: 2012 · Calif.: No recomendada para menores de 7 años · EUA · Aventuras / Drama
- Director: Ang Lee
- Intérpretes: Suraj Sharma, Irrfan Khan, Rafe Spall, Tabu, Adril Hussain, Shravanthi Sainath, Ayush Tandon, Vibish Sivakumar, Gérard Depardieu.
- Premios: 4 Oscars: Mejor Director, Mejor Fotografía, Mejor Banda Sonora y Mejores Efectos Visuales (11 nominaciones). Globo de Oro a la Mejor Banda Sonora (3 nominaciones). 2 BAFTA: Mejor Fotografía y Mejores Efectos Visuales (9 nominaciones).
- Sinopsis: Después de un catastrófico naufragio, un niño hindú llamado Pi se encuentra abandonado en un bote salvavidas con feroz tigre de Bengala. Juntos se enfrentarán a la majestuosa grandeza y furia de la madre naturaleza en un épico viaje lleno de aventuras y descubrimientos.
- Crítica: La vida de Pi bien podría resumirse en tres palabras: ilusionante, ilusionista e ilusoria.
Ilusionante, por diferente. Las referencias escuchadas antes de ver la película nos hacen tener la sensación de ir a disfrutar de algo diferente, algo que se aleja de las historias tradicionales representadas en el cine. Todo el mundo que la había visto decía que era muy bonita, pero nadie parecía acertar a explicar claramente de qué iba o, al menos, no reparaba en hacerlo. Lo cual, en la mayoría de las ocasiones, suele ser positivo.
Desde luego no podemos decir que estemos ante una película al uso. Trata sobre el increíble relato de supervivencia de Pi, que explica en primera persona como, siendo un joven adolescente atraído por las religiones –o al menos por su concepto– pero sin lograr decantarse por ninguna, se ve obligado por su familia a dejar la India para emprender con ellos una nueva vida en Canadá, donde pretenden vender el negocio familiar, un zoo, cuyos animales transportan con ellos en barco durante su travesía por el Pacífico. Es entonces cuando una gran tormenta les sorprende haciendo naufragar al barco y dejando a Pi como único superviviente del desastre junto a una cebra, una hiena, un orangután y un tigre de Bengala en un pequeño bote. Unos compañeros de viaje salvajes y complicados, con los que deberá ingeniárselas para no acabar siendo devorado.
Es entonces cuando empieza realmente la película, tras transitar por unos lentos y tediosos primeros 40 minutos por los que Ang Lee divaga peligrosamente sin necesidad aparente. Pero llega la tormenta y, con ella, el espectáculo ilusionista.
Ilusionista, por el derroche de efectos visuales. La recreación de la tormenta bien podría ser la más sobrecogedora y angustiosa jamás vista en el cine. Un espectáculo aterrador que zarandea tanto al barco como al espectador, sacándole del sopor en el que estaba cayendo para sumergirle de pleno en la película tal y como el barco queda sumergido en las profundísimas aguas de la Fosa de las Marianas.
Se pone inicio así a un film preciosista, con escenas de bella factura que narran con una estética cautivadora, mágica y colorista las cada vez más imaginativas vivencias de nuestro desdichado protagonista y su feroz acompañante, a los que las circunstancias han acabado por dejarles solos en alta mar compartiendo el bote.
Es ese espectáculo visual el que cautiva a la mayor parte de los espectadores, quedando ensimismados con la fotografía multicolor, donde el cielo confluye con el océano, donde el océano se torna luz en mitad de la noche, donde la magia parece estar presente a cada momento.
Ilusionismo puro. Conejos en la chistera. Aletargamiento sensorial. He ahí el quid de la cuestión: la maravilla del 3D. Si le quitamos esa magia, esa ilusión, queda demasiado deslucida. Si la dejamos desnuda y al descubierto, sin nada con lo que cubrirse, es entonces cuando, una vez perdido el ilusionismo, solo nos resta la realidad.
Seguro que de haberla visto en 3D estaría también alabando sus maravillas digitales que te llevan visualmente a un plano sensorial superior en el que navegas plácidamente de forma contemplativa a lo largo de la película, como en uno de esos films documentales para IMAX 3D. Pero desafortunadamente la visioné en unas pobres 2 dimensiones, a la antigua usanza, y es entonces cuando se hacen patentes sus carencias argumentales, cuando sus mensajes místicos saturan, cuando resulta ilusoria. 
Ilusoria. El film se reduce entonces a un alegato místico, donde los religiosos pretenderán entender en su final un metafórico mensaje de realidad divina y donde los agnósticos verán una crítica exacerbada a las religiones y sus componentes epopéyicos. Sea como fuere, el desenlace ofrece un inesperado giro argumental que bofetea al iluso espectador despertándole de la ingenuidad a la que ese mundo mágico de luces y colores le había embargado.
Con su misticismo, el film te invita a creer en todo tipo de cosas maravillosas, pero también acaba haciéndote dudar de lo que has visto con tus propios ojos e, incluso, hace que te acabes preguntando si realmente has llegado a ver algo. Y es que, llegado a su final, una vez acabado el cuento, la vida de Pi vuelve a escribirse.

-   Tráiler:

-   Puntuación Pinículas y Flins:
Regulera

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