21 de julio de 2013

La chaqueta metálica (1987)



Color · Duración: 120’ aprox. · Año: 1987 · Calif.: No recomendada para menores de 18 años · Gran Bretaña · Bélico / Drama
- Director: Stanley Kubrick
- Intérpretes: Matthew Modine, Vincent d’Onofrio, R. Lee Ermey, Adam Baldwin, Dorian Harewood, Arliss Howard
- Premios: Nominada al Oscar al Mejor Guión Adaptado y nominada al Globo de Oro al Mejor Actor de Reparto (R. Lee Ermey).
- Sinopsis: Un conjunto soberbio en la brillante saga de Stanley Kubrick sobre la Guerra de Vietnam y el proceso de deshumanización que convierte a las personas en asesinos entrenados. Bufón (Matthew Modine), Pedazo de animal (Adam Baldwin), Patoso (Vincent d’Onofrio), Ébano (Dorian Harewood) y Cowboy (Arliss Howard) son los protagonistas que viven en el infierno de campamento de los Marines, llevado por el violento sargento D.I. (Lee Ermey) donde tendrán que superar un periodo de instrucción brutal. La acción es salvaje, la historia implacable y el diálogo salpicado de humor mordaz. Desde los comienzos del entrenamiento básico hasta la pesadilla vivida en el combate en Hue City, La chaqueta metálica ha sido siempre considerado un gran éxito de dirección cinematográfica.

 -   Crítica: Kubrick nos sumerge con este film en el despiadado y atroz escenario de la Guerra de Vietnam para mostrarnos una vez más su particular visión del ser humano y de lo que este es capaz de hacer tratando de adaptarse a su circunstancial entorno.
Pudiera parecer que, habiéndose estrenado con anterioridad a este film varias y exitosas películas sobre la extraordinariamente manida Guerra de Vietnam –como la excepcional Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola–, no resultase necesario, por repetitivo, una nueva vuelta de tuerca sobre dicho tema. No obstante, Kubrick no quería dejar pasar la oportunidad de volver a grabar una película bélica –tras Senderos de Gloria (1957)– con los adelantos que le ofrecían las nuevas tecnologías, en lo que parece, por momentos, una mera excusa para dar rienda suelta a las excelentes aptitudes cinematográficas del genial director, mientras aprovecha la ocasión para plasmar de nuevo su mordaz visión de los conflictos bélicos.
La primera parte de la acción trascurre en el centro de entrenamiento de Parris Island y versa sobre la formación como Marines de un nuevo grupo de jóvenes reclutas recientemente alistados en el ejército. Como bienvenida les espera el Sargento Hartman, un férreo instructor de moral recta e injurioso vocabulario que se convertirá en la peor de sus pesadillas, en lo que sin duda es la creación de uno de los personajes más memorables de la historia del cine. Se trata de un elemento irreverente y faltón de cuya boca consiguen salir todo tipo de blasfemias, calificativos vejatorios y frases insultantes que acaban por resultar genialmente divertidas. 
Este hilo argumental transcurre durante los primeros 45 minutos de film, seccionados en fragmentos que conjugan sublimemente el drama, el suspense y la tragicomedia. Aquí se nos presentan los diferentes sujetos a los que se trata de arrebatar todo atisbo de singularidad convirtiéndolos en máquinas perfectas de guerra sin capacidad de realizar planteamientos morales de aquello que se les ordena.
Entre ellos se encuentra el rebautizado por el sargento como ‘recluta patoso’, que sigue una línea argumental de superación personal y simultáneo desvanecimiento sensitivo-emocional que encuentra su cúspide en la escena final de esta primera parte de la película. Un final digno y definitorio de cada uno de los personajes.
Ciertamente, Kubrick logra, tan solo con el juego exacto de iluminación y música, generar una tensión inmediata en el espectador. Y es que, los tétricos sones de sintetizador compuestos por Vivien, una de las hijas de Kubrick, ponen el alma en vilo y compungen los sentidos alertándonos de lo que está por suceder, mientras que la perturbadora mirada de Vincent d’Onofrio –en un claro homenaje al Nicholson de El resplandor (1980)– se oscurece más si cabe con la certera iluminación de la estancia, generando todo ello en conjunto una brillante escena para el recuerdo. 
Tras este inicial y angustioso desenlace, y sin dar mayor tiempo a asimilación, Kubrick hace saltar la acción a Vietnam cortando drásticamente la tensión con una escena ligera y divertida al son de These boots are made for walking de Nancy Sinatra. Así, se inicia la diferenciada segunda parte de la película, en la que ya nos encontramos en plena zona de guerra –presentada en esta ocasión como combates urbanos alejados de las junglas en las que acostumbran a representarnos las películas a los siempre invisibles Charlies– donde se hallan nuestros reclutas, ahora sobrevenidos expertos militares.
Durante este tramo se nos muestran las inevitables secuelas de cualquier guerra, cuando la moral convencional de todo hombre se disuelve a una velocidad proporcional a los traumas vividos durante la contienda. Así, se nos presentan diferentes personajes de la mano de Bufón, de quien Kubrick aprovecha su particular sorna para darle un toque de frivolidad a todo el entorno bélico.
De este modo, y a través de un personaje dual como él –capaz de llevar inscrito en el casco ‘Born to kill’ y acompañarlo de un símbolo de la paz, o de tener reticencias morales a la hora de castigar a Patoso para acto seguido hacerlo como ningún otro y después arrepentirse–, se muestra la dicotomía de tan absurda guerra. Una guerra mostrada en el film como brutal y cruenta en la batalla, pero frívola y díscola en la retaguardia, donde es retransmitida cual espectáculo al gran público. Con soldados educados para matar y dejarse la vida en el intento, pero que no alcanzan a entender el motivo de su lucha alejados tantos miles de kilómetros de casa. 
Es con este concepto con el que juega Kubrick, a la postre enmarcado en la escena final, en la que los soldados, caminando por un llano repleto de destrucción, cantan alegremente una canción infantil que denota lo que nunca han dejado de ser, unos niños jugando a la guerra, alegres por seguir un día más vivos. Acto seguido, aparecen los títulos de crédito con los Rolling Stones sonando con toda su fuerza y diciendo que han mirado en su interior para ver que su corazón es negro, como el mundo que les rodea.

-   Tráiler:

-   Puntuación Pinículas y Flins:
Piniculón

16 de julio de 2013

Toro salvaje (1980)



Blanco y negro · Duración: 129’ aprox. · Año: 1980 · Calif.: No recomendada para menores de 18 años · EUA · Drama / Deportes
-   Director: Martin Scorsese
-  Intérpretes: Robert De Niro, Joe Pescy, Cathy Moriarty, Frank Vincent, Nicholas Colasanto
- Premios: 2 Oscars: Mejor Actor (Robert De Niro) y Mejor Montaje (8 nominaciones). Globo de Oro al Mejor Actor (Robert De Niro) (6 nominaciones).
- Sinopsis: Jake LaMotta, el “Toro del Bronx” es un boxeador a quien sus complejos psicológicos y sexuales le llevan a manifestar su agresividad tanto dentro como fuera del ring. En medio de esta tormenta de fuerza y dureza se encuentra su hermano, que se convierte en una víctima de la fuerte paranoia y los celos de Jake…
- Crítica: Toro salvaje es una película con mucha más historia de la que aparentemente aparece representada en la pantalla. No se trata solo del retrato de un boxeador que escala hasta la gloria para caer precipitadamente al averno, ni de una película más de violencia aderezada con el ambiente mafioso característico de la Nueva York de los años 40, si no que va mucho más allá. En ella se encierra la redención de un director, la voluntad de volver a creer en el cine, el último esfuerzo por hacer algo reseñable. Todo, en la que estuvo a punto de ser... la última película de Martin Scorsese.
Mucho le había cambiado la vida a Scorsese en pocos años. En 1976 lograba asombrar al mundo con la perturbadora Taxi Driver, obteniendo el reconocimiento por parte de la crítica y el prestigio dentro de la industria que le convirtió en ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes. Sin embargo, una vida llevada al límite, llena de fiestas, drogas y malas compañías, le llevó a poner en peligro su carrera e incluso su propia vida. Se vio abocado al divorcio, pasó varios meses en un estado de tensión y agotamiento máximo mientras trabajaba simultáneamente en cuatro producciones, y acabó siendo ingresado en un hospital en septiembre de 1978 con un grave diagnóstico de hemorragia interna al que llevó su adición a la cocaína. Se temió por su vida. Fue entonces cuando llegó a sus manos el guión de Toro salvaje, acompañado de un insistente Robert De Niro que no paró hasta convencer a Scorsese que esa debía ser su próxima película.
Scorsese accedió, convencido que estaba rodando su último film: “Yo puse en ‘Toro salvaje’ todo lo que sabía, todo lo que sentía, y pensé que eso sería el final de mi carrera. Es lo que se llama un film kamikaze: se pone todo dentro, se olvida todo y después se intenta encontrar otra manera de vivir". Así fue como afrontó la película y así es como quedó representada en pantalla. Un todo o nada. Un canto onírico a la autodestrucción. Un intento de poner fin a su “periodo suicida”, como alguna vez lo definió. Y el cine, esa película, que entonces pensó que sería la última, lo debía salvar.
El genial cineasta se sintió inmediatamente identificado con el protagonista del film, el campeón caído Jake LaMotta, poniéndose manos a la obra con un fervor que creía perdido y con la confianza en sí mismo reestablecida gracias al sustancial apoyo de De Niro, que continuamente trataba de estimularle para que diese lo mejor de sí. La conjunción lograda por ambos es maravillosa.
De Niro nos premia con su mejor actuación, ampliamente considerada como una de las mejores en la historia del celuloide. Se encuentra en su total plenitud como actor, lleno de energía y talento –tristemente alejado del actual–. Capaz de trasladar fuerza en cada gesto y cada mirada; no digamos ya en cada puñetazo. El actor, absolutamente entregado al proyecto, es capaz de desfigurarse hasta engordar 27 kilos para representar al degenerado Jake LaMotta una vez dejados los cuadriláteros, representando en sus propias carnes la dejadez y el drama vividos por el mismo. Una actuación sublime, difícilmente superable. 
Por su parte, Scorsese demuestra gran habilidad narrativa con las continuas elipsis a las que le obliga la exposición completa de la vida de su personaje. Buena muestra de ello es el acertado inicio, en el que en un instante nos muestra tres imágenes muy dispares del boxeador, que sitúan completamente al espectador: en los créditos, calentando solo en el ring en una representación gráfica de su vacío interior; acto seguido en un camerino, muchos años más tarde, con un evidente deterioro físico, muestra de su más absoluta decadencia, y ensayando un soliloquio ante el espejo en el que evidencia su inseguridad, soledad e incluso su sentimiento de culpa: y por último, en pleno combate, mostrando con plena fiereza sus aspiraciones de éxito y facilidad para la violencia.
La recreación de los combates es excelente, con un perfecto sentido en la utilización de todas las técnicas de rodaje al alcance del director: la utilización del slow motion en los momentos de mayor potencia visual, el uso de planos picados y contrapicados para transmitir en cada momento la situación de superioridad e inferioridad en la lucha –tanto de los púgiles como en las discusiones fuera del cuadrilátero–, así como el uso de largos y espectaculares planos secuencia, como el que nos muestra a Jake calentando en el vestuario en plena motivación, su posterior recorrido por los pasillos totalmente concentrado, su caminar entre los vítores del público con un paulatino incremento de la emoción colectiva y el ulterior estallido de la grada ante su gran aparición en el ring dispuesto a la lucha. 
Los combates están planteados, asimismo, en una progresión tal que la violencia aumenta en cada nuevo enfrentamiento, situándose la cámara cada vez más cerca de los contendientes, realizando movimientos que enfatizan los golpes y aumentando exponencialmente la sangre en pantalla hasta alcanzar un cierto grado excesivo. Este es concretamente uno de los motivos por los que Scorsese decide que la fotografía de la película sea finalmente en blanco y negro, con tal de atenuar la violencia y desdramatizar la cantidad de sangre, obteniendo además un efecto de ambientación histórica totalmente propicio.
Definitivamente, las grandes películas suelen ser una conjunción afortunada de elementos que coinciden en un mismo tiempo. La vida de Jake LaMotta era lo suficientemente excepcional como para ser llevada al cine, Martin Scorsese se encontraba en un momento crucial de su existencia que le permitía afrontar el rodaje de la forma más visceral posible, mientras que De Niro se entregaba completamente a su trabajo disfrutando y haciendo disfrutar de él sin límite. Un derroche de talento, creatividad y entrega que, aunado, hizo de esta una película para la historia.

-   Tráiler:

-   Puntuación Pinículas y Flins:

Buena

14 de julio de 2013

El club de la lucha (1999)



Color · Duración: 139’ aprox. · Año: 1999 · Calif.: No recomendada para menores de 18 años · EUA · Drama / Acción
-  Director: David Fincher
- Intérpretes: Edward Norton, Brad Pitt, Helena Bonham Carter, Meat Loaf, Jared Leto
-  Premios: Nominada al Oscar a los Mejores Efectos de Sonido.
- Sinopsis: Jack (Edward Norton) es un personaje insomne y desesperado por escapar de su fatal y aburrida vida. En un viaje en avión conoce a Tyler Durden (Brad Pitt), un peculiar vendedor de jabón con una filosofía muy particular; Tyler cree que el perfeccionismo es para los débiles y que es la destrucción de uno mismo lo que realmente hace que la vida merezca la pena. Jack y Tyler forman un club de lucha secreto que pronto se convierte en un lugar de moda. Un sorprendente final, que no puedes ni imaginar…
- Crítica: A sabiendas del incumplimiento de la primera norma del Club de la Lucha que supone hablar del Club de la Lucha, creo que ejerceré mi derecho de insumisión quebrantándola, dado el riesgo de verse seriamente resentida la crítica que pudiera hacer en caso contrario…
El club de la lucha es una película ruda, áspera, consciente de su osadía e irreverencia, que ahonda en los miedos más profundos del ser alumbrando así sus más escabrosas miserias. Desde el inicio nos bombardea con un sinfín de mensajes, frases e imágenes contundentes que apenas da tiempo a asimilar, logrando con ello captar la máxima atención del espectador, que empieza a sentir esa extraña sensación durante el visionado de desear volver a ver la película para asimilar todos sus matices, en lo que demuestra un guión y un montaje muy bien trabajados.
Como bien es conocido, y así se nos indica al inicio de la cinta, se trata de una adaptación cinematográfica de la novela homónima de Chuck Palahniuk. Este hecho suele condicionar mucho los films, especialmente en lo que respecta a su lenguaje –que se vuelve más cargado y trascendente de lo habitual– y su ritmo –normalmente mermado al querer incluir la mayor parte de elementos posibles en la trama–. No es el caso de esta película, cuyo ritmo resulta frenético en las partes esenciales de la misma. La acción es narrada en primera persona por su protagonista en un absorbente proceso que nos adentra en el mundo cada vez más hosco y siniestro de su mente, que le conduce irrefrenablemente hacia la autodestrucción más absoluta.
Es en ese momento cuando la historia que trata de narrar la película se desborda, caminando hacia la irrealidad y el surrealismo. Y es que, tras un inicio cargado de reflexiones e ideas radicales que tratan de llamar a la anarquía y la rebelión al más puro estilo V de Vendetta, el mensaje se va diluyendo entre puñetazos y sangre en dosis de abundancia y gratuidad, quedando finalmente reducido a una ligera brisa que apenas logra agitar la mente del espectador.
Es por ello que, pese a que cabe destacar y poner en valor el estilo propio que logra el film con esa atmósfera hastía y de abatimiento anímico en la que poco a poco va sumergiéndonos, así como algunas escenas de vanguardia cinematográfica a reseñar como la de sexo entre Brad Pitt y Helena Bonham Carter –espléndida y originalmente tratada–, la película pierde gran parte de su enorme potencial en su centralización extrema en la violencia exacerbada y salvaje con la que difumina el mensaje de mayor calado que podría ofrecer, finalizando con un final predecible, aunque no evidente.

-   Tráiler:

-   Puntuación Pinículas y Flins:
Regulera

11 de julio de 2013

Django desencadenado (2012)



Color · Duración: 165’ aprox. · Año: 2012 · Calif.: No recomendada para menores de 16 años · EUA · Western / Acción
-   Director: Quentin Tarantino
- Intérpretes: Jamie Foxx, Leonardo DiCaprio, Christoph Waltz, Samuel L. Jackson, Kerry Washington
- Premios: 2 Oscars: Mejor Guión Original y Mejor Actor Secundario (Christoph Waltz). 2 Globos de Oro: Mejor Guión y Mejor Actor Secundario (Christoph Waltz). 2 BAFTA: Mejor Guión y Mejor Actor Secundario (Christoph Waltz).
-  Sinopsis: Dos años antes de estallar la Guerra Civil Americana (1861-1865), King Schultz (Christoph Waltz), un cazarrecompensas alemán que le sigue la pista a unos asesinos, le promete al esclavo negro Django (Jamie Foxx) dejarlo en libertad si le ayuda a atraparlos. Terminado con éxito el trabajo, Django prefiere seguir al lado del alemán y ayudarle a capturar a los delincuentes más buscados del Sur. Se convierte así en un experto cazador de recompensas, pero su único objetivo es rescatar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington), a la que perdió por culpa del tráfico de esclavos. La búsqueda llevará a Django y a Schultz hasta Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), el malvado propietario de la plantación “Candyland”. La presencia de ambos en los alrededores de la propiedad, despierta las sospechas de Stephen (Samuel L. Jackson), el esclavo de confianza de Candie.
 -  Crítica: Un Tarantino comedido, diluido en su propio universo, sin la fuerza de antaño y, desde luego, sin las insolentes muestras de ingenio que nos llevaron a amar su cine. Eso es lo que encontramos en Django desencadenado. Un film descafeinado, con personajes poco carismáticos e inconclusos y, por encima de todo, con un guión falto de fuerza –por más premios que las diferentes academias hayan tenido a bien otorgarle en este apartado–.
En su gran oportunidad para abrazar uno de los géneros más añorados del cine, y al que últimamente parece que todo director que se precie desea hacerle su particular homenaje intentando revivirlo infructuosamente, Tarantino no logra explotar todo el potencial que este le ofrece. Incluso él mismo define su obra más como un “southern” que como un western. Y no le falta razón, dado que pese a tener en su inicio un marcado componente spaghetti, con la clásica iconografía y ese uso excesivo de los zooms tan característico, vira incomprensiblemente hacia una película de ámbito sureño cuya trama versa sobre la esclavitud en los campos de algodón previa a la Guerra Civil Americana.
La verdad es que, con el bagaje de las grandes películas llevadas a cabo hasta la fecha y con su mente retorcida y brillante, resulta decepcionante el poco partido que le saca al mundo western con la elaboración de lo que bien podemos catalogar como un guión bastante pobre. Y eso es lo que más sorprende. Estamos hablando de Tarantino. El maestro del guión. Nadie es capaz de imaginar personajes tan macabramente seductores y nadie como él juega con esas largas conversaciones aparentemente intrascendentes que logra culminar con los momentos de mayor clímax de la película. Django desencadenado no es nada de eso. Los personajes no acaban de enganchar y tampoco posee una complicada trama, incluso diría que es su película más simple en ese aspecto: un cazarrecompensas que promete liberar a un esclavo si le ayuda en su propósito de dar caza a diversos forajidos y que culmina con la asociación de ambos en la venganza personal del segundo por haber sido separado de su mujer, también esclava. Una breve premisa que se alarga sin demasiado sentido durante más de dos horas y media.
Bien es cierto que la película da comienzo prometiendo grandes momentos con la aparición del inconmensurable Christoph Waltz, una delicia de actor que consigue recrear como nadie los excéntricos personajes propuestos por Tarantino. Pero, pese al fulgurante y poderoso inicio de su personaje –referencia a Taxi Driver incluida–, el mismo se queda diluido en el transcurso de la trama, evidenciando un guión insulso, de vaga complejidad y que no se desarrolla como cabía esperar. No es hasta la aparición de DiCaprio, tras la primera hora de película, que volvemos a confiar en un inminente repunte que nunca llega a ocurrir, con lo que en breve la trama cae de nuevo en un espeso aletargamiento del que solo logramos salir con la aparición en pantalla de un inspiradísimo Samuel L. Jackson en su papel de odioso sirviente.
La película depende tanto del encanto de factores externos como las apariciones sistemáticas de los grandes actores que participan en ella y de su acierto interpretativo, que evidencia, más aún si cabe, el dilatado y en ocasiones redundante guión, que divaga sin saber encontrar el final deseado hasta lograr aferrarse a última hora en la base del ‘tarantinismo’ más puro: la casquería sangrienta. La lástima es que, siendo una película que trata de despegarse desde el inicio de sus predecesoras en ese aspecto, queda evidenciada la falta de ideas para dar fin a la misma tras extenderse sin sentido práctico durante 165 minutos sin una trama central desarrollada que la sustente.
Tampoco convence otro de los puntos fuertes de Tarantino, la selección musical, que no resulta tan reseñable como en anteriores ocasiones. Tan solo destacan las canciones de dos clásicos del género como Morricone y Luis Bacalov. Asimismo, resulta extraña, aunque convincente, la selección de la canción Battle and prologue, utilizada previamente en la saga de Harry Potter, como acompañamiento al ataque de los jinetes del Ku Kux Klan –justo después de esa parodia pseudocómica y algo vergonzante más propia de Scarie movie–.
En resumen, Django desencadenado es la película menos ‘tarantiniana’ hasta la fecha, lo que la convierte sin lugar a dudas en la peor de ellas. Bien es cierto que las expectativas que genera cualquier nueva creación suya son siempre muy altas, pero en esta ocasión no se ven de ningún modo satisfechas.

-   Tráiler:

-   Puntuación Pinículas y Flins:
 
Regulera