Color · Duración: 127’ aprox. · Año: 2012 · Calif.: No
recomendada para menores de 7 años · EUA · Aventuras / Drama
- Director: Ang
Lee
- Intérpretes: Suraj
Sharma, Irrfan Khan, Rafe Spall, Tabu, Adril Hussain, Shravanthi Sainath, Ayush
Tandon, Vibish Sivakumar, Gérard Depardieu.
- Premios: 4
Oscars: Mejor Director, Mejor Fotografía, Mejor Banda Sonora y Mejores Efectos
Visuales (11 nominaciones). Globo de Oro a la Mejor Banda Sonora (3
nominaciones). 2 BAFTA: Mejor Fotografía y Mejores Efectos Visuales (9
nominaciones).
- Sinopsis: Después
de un catastrófico naufragio, un niño hindú llamado Pi se encuentra abandonado
en un bote salvavidas con feroz tigre de Bengala. Juntos se enfrentarán a la
majestuosa grandeza y furia de la madre naturaleza en un épico viaje lleno de
aventuras y descubrimientos.
- Crítica: La vida de Pi bien podría resumirse en
tres palabras: ilusionante, ilusionista e ilusoria.
Ilusionante, por diferente. Las referencias
escuchadas antes de ver la película nos hacen tener la sensación de ir a
disfrutar de algo diferente, algo que se aleja de las historias tradicionales
representadas en el cine. Todo el mundo que la había visto decía que era muy
bonita, pero nadie parecía acertar a explicar claramente de qué iba o, al
menos, no reparaba en hacerlo. Lo cual, en la mayoría de las ocasiones, suele ser
positivo.
Desde luego no podemos decir que estemos ante una película al
uso. Trata sobre el increíble relato de supervivencia de Pi, que explica en
primera persona como, siendo un joven adolescente atraído por las religiones –o
al menos por su concepto– pero sin lograr decantarse por ninguna, se ve
obligado por su familia a dejar la India para emprender con ellos una nueva
vida en Canadá, donde pretenden vender el negocio familiar, un zoo, cuyos
animales transportan con ellos en barco durante su travesía por el Pacífico. Es
entonces cuando una gran tormenta les sorprende haciendo naufragar al barco y
dejando a Pi como único superviviente del desastre junto a una cebra, una
hiena, un orangután y un tigre de Bengala en un pequeño bote. Unos compañeros
de viaje salvajes y complicados, con los que deberá ingeniárselas para no
acabar siendo devorado.
Es entonces cuando empieza realmente la película, tras
transitar por unos lentos y tediosos primeros 40 minutos por los que Ang Lee
divaga peligrosamente sin necesidad aparente. Pero llega la tormenta y, con
ella, el espectáculo ilusionista.
Ilusionista, por el derroche de efectos
visuales. La recreación de la tormenta bien podría ser la más sobrecogedora y
angustiosa jamás vista en el cine. Un espectáculo aterrador que zarandea tanto
al barco como al espectador, sacándole del sopor en el que estaba cayendo para sumergirle
de pleno en la película tal y como el barco queda sumergido en las
profundísimas aguas de la Fosa de las Marianas.
Se pone inicio así a un film preciosista, con escenas de
bella factura que narran con una estética cautivadora, mágica y colorista las cada
vez más imaginativas vivencias de nuestro desdichado protagonista y su feroz
acompañante, a los que las circunstancias han acabado por dejarles solos en
alta mar compartiendo el bote.
Es ese espectáculo visual el que cautiva a la mayor parte de
los espectadores, quedando ensimismados con la fotografía multicolor, donde el
cielo confluye con el océano, donde el océano se torna luz en mitad de la noche,
donde la magia parece estar presente a cada momento.
Ilusionismo puro. Conejos en la chistera. Aletargamiento
sensorial. He ahí el quid de la cuestión: la maravilla del 3D. Si le quitamos
esa magia, esa ilusión, queda demasiado deslucida. Si la dejamos desnuda y al
descubierto, sin nada con lo que cubrirse, es entonces cuando, una vez perdido
el ilusionismo, solo nos resta la realidad.
Seguro que de haberla visto en 3D estaría también alabando
sus maravillas digitales que te llevan visualmente a un plano sensorial
superior en el que navegas plácidamente de forma contemplativa a lo largo de la
película, como en uno de esos films documentales para IMAX 3D. Pero desafortunadamente
la visioné en unas pobres 2 dimensiones, a la antigua usanza, y es entonces
cuando se hacen patentes sus carencias argumentales, cuando sus mensajes
místicos saturan, cuando resulta ilusoria.
Ilusoria. El film se reduce entonces a un
alegato místico, donde los religiosos pretenderán entender en su final un metafórico
mensaje de realidad divina y donde los agnósticos verán una crítica exacerbada a
las religiones y sus componentes epopéyicos. Sea como fuere, el desenlace ofrece
un inesperado giro argumental que bofetea al iluso espectador despertándole de la
ingenuidad a la que ese mundo mágico de luces y colores le había embargado.
Con su misticismo, el film te invita a creer en todo tipo de
cosas maravillosas, pero también acaba haciéndote dudar de lo que has visto con
tus propios ojos e, incluso, hace que te acabes preguntando si realmente has llegado
a ver algo. Y es que, llegado a su final, una vez acabado el cuento, la vida de
Pi vuelve a escribirse.
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Tráiler:
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